Llamamos doblao a la planta superior de muchas casas de arquitectura popular de Extremadura. Mi casa tiene doblao. Nunca hemos guardado grano en él, ni aperos ni jamones. Pero sabemos que en el pasado cumplió su función: la de almacén por la que fue concebido y algunas otras, como ser hogar en tiempos de necesidad. Lo delatan restos en las paredes, un tiro con carbón, la memoria del vecindario... Ahora el doblao nos aísla olvidado, sostiene la cubierta, no más. Desde las tejas y los tablones hasta la vivienda, mi casa es doblao. Esta medianoche subiré al doblao y no lo haré solo, lo tengo prometido. Voy de vuestros deseos a mis propósitos. ¿Mis despropósitos?
[jfgras. Doblao. 2010]