30/3/11

Test de estrés

No sabemos si superarían un test de estrés. La expresión se aplica por igual a una caja de ahorros que a un reactor nuclear. Pero las pruebas no deben de ser las mismas. No son cosas de risa. Desde el punto de vista psicológico, cierto nivel de estrés no sólo es natural, sino necesario para seguir respirando. Si se excede ese nivel, la tensión se dispara. Si la tensión se dispara o se prolonga demasiado en el tiempo, podemos acabar mal. No es lo que ha sucedido en los últimos días a la mayoría de estos grupos de personas. Se les notaba aceleradas, la tensión reflejada en sus rostros. Algunas manos blandían tijeras o arrastraban telas. Las tijeras cortaban cintas, las telas descubrían placas. Presenciábamos esos actos en directo, en cuyo caso procedía aplaudir, o veíamos las imágenes después, a menudo acompañadas de comentarios burlones. Ha habido, es verdad, escenas ridículas. Inauguraciones de maquetas, por ejemplo. Sin embargo, los niveles de estrés de estos señores y señoras no parecían por lo general exagerados. Eran niveles controlados, saludables, estimulantes, nada febriles. Habían llegado y deseaban mostrarlo, fieles al ritual de los cuatro años. El reproche más extendido es que podrían haberlo hecho antes. Quizás sí, pero quizás no. Y si no hubieran llegado hasta ahí, a la cinta o la placa, el reproche habría sido mayor. No cumplieron, habríamos dicho. No, no saben ni sabemos si superarían un test de estrés. También es posible que quienes no aguantaran una prueba de éstas –quienes sufran ansiedad porque hay cosas que se hacen, incluso a última hora– fueran los otros.

27/3/11

Exploramos

Nuestro laberinto es nuestro (y buscamos juntas la salida). O mi laberinto es mío (en soledad). De qué hablar cuando hablamos del laberinto:

un lugar formado por calles y encrucijadas, intencionadamente complejo para confundir a quien se adentre en él…; un tránsito en la deconstrucción continua, que puede llevar a la desesperación y al abandono, o puede mostrar un mosaico de infinitas terminaciones, mapas y territorios donde explorar…; un antiguo símbolo que tiene relación con la totalidad, que representa el viaje hacia el propio centro, hacia la meta a la que se quiere llegar, haciendo camino…; un camino exigente, extremo, recorrido como naúfraga o timonel del propio barco hasta la salida, que se vuelve a tornar entrada…

El VI Encuentro de Educación para la Participación (VIEPA) ha sido este fin de semana: había participado en los cinco anteriores y éste me apetecía especialmente, por la gente y por su lema, "Miradas de ida y vuelta: encuentros, laberintos y caminos". No he podido.

Seguimos encontrándonos para transitar laberintos, juntas o en soledad: un laberinto de pasiones (y de emociones), el laberinto de la razón (que produce monstruos), un laberinto de fortuna (a ver si despistamos al minotauro), el laberinto del fauno (el de la imaginación)...

Participasión. Exploramos laberintos como quien explora los abismos.

25/3/11

Nuestro laberinto

Un breve. No enlazaré ni citaré lecturas. Está todo tan revuelto que se abre camino cierta angustia colectiva. Es como si quisieran saturar nuestras conciencias para que las acabemos perdiendo. No es tremendismo. Ni pesimismo. Es o pretende ser una advertencia que no hago, sino que me hago. La realidad que estos días asoman a los medios de información alterna Libia y Japón, Japón y Libia. La realidad que apenas muestran, ya sabemos que está ahí, es la de los pueblos empobrecidos (con Haiti a la cabeza de la desgracia sin límites). Ocultan otra. Y otra realidad no necesitaría de medios para ser comunicada. Mercados y paro, ya sabemos. Es la realidad que vivimos cerca, etérea o carnal, tan cerca que por doméstica amenazan con volvérnosla invisible. Tenemos conciencia. El primer paso para perderla es dejar que se adormezca, saturada antes de que nos la machaquen. Está todo tan revuelto que no debemos permitir que nada nos paralice. Sin angustias, nuestro laberinto es nuestro.

20/3/11

El lugar de la pregunta

En 24 horas he asistido a dos lecturas de poemas. Muy diferentes, Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) y José Manuel Martín Portales (Córdoba, 1959). En ambos actos el público abarrotaba las salas, lo normal en Zafra. El primero, poeta total que mantiene su estampa y se reinventa, ha cerrado el actual curso del Seminario Humanístico. Pere Gimferrer es académico de la Lengua y Premio de las Letras Españolas. Fue reconocido con el Nacional de Poesía en 1966 por “Arde el mar”, poemario de cabecera para –hasta ahora– dos generaciones de amantes de los versos. Como recordaba José María Lama en su presentación, gustábamos de recitar de memoria los poemas de este libro: Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos. Con qué trajín se alza una cortina roja o en esta embocadura de escenario vacío suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes, palomas que descienden y suavemente pósanse. Teníamos la edad del autor cuando los escribió a sus dieciocho años. El segundo poeta de estos días, José Manuel Martín, vecino de Atalaya –allí se ha encontrado–, ha recibido por “Ejercicio de caligrafía” el XIII Premio García de la Huerta, que otorga el Instituto Suárez de Figueroa. Desde una mística alejada de San Juan de la Cruz, disertó sobre razón y conciencia o, mejor, sobre cómo ésta debe y puede combatir aquélla. ¿Cómo, dónde? En el poema. “El poema es el lugar de la pregunta”, dijo. Dio una potentísima imagen del poema como nido, donde vive el pájaro de la conciencia si la razón no la mata o la diseca. Si la razón no lo destroza con respuestas, vive el poema.

[jfgras. Gimferrer. 2011]

16/3/11

Profesionales

"Es que estoy hecho un profesional", he oído responder azorado a un joven limpiador de cristales en comercios y oficinas, al que habían piropeado por su trabajo: "Qué bueno eres, los dejas como los chorros del oro". Las lunas y los escaparates lucen gracias a su buen oficio, que ejerce por cuenta propia. Empezó con dos gamuzas y un cubo, puerta a puerta, y ahora tiene utensilios y productos con los que gana en rapidez, limpieza y costes. Es cumplidor, muy puntual, y respeta los horarios y las tarifas que concierta con sus clientes. Ciertamente, es un profesional. Lo es, no porque realice una actividad con la que se va ganando la vida, sino porque lo hace "con aplicación, seriedad, honradez y eficacia". Este muchacho, un muchacho emprendedor, no tenía estudios ni capital (económico: hay otros capitales). Mujeres y hombres como él, incluso con carrera y estabilidad laboral, sí merecen el calificativo de profesionales. Sin salir de mi barrio, se me vienen a la cabeza otros veinte ejemplos, tan apropiados como el del limpiador de cristales: el que atiende a domicilio a mayores en cama o la que cocina raciones en su bar... Son –eficaces, aplicadas, serias y honradas– personas trabajadoras. De acuerdo con que la formación puede resultar básica para convertirse en profesional, pero para llegar a sentir y producir satisfacción lo que hace falta es un adecuado aprendizaje a lo largo de la vida. Y sin satisfacciones no hay profesionalidad. En tiempos convulsos, va por ellas.

13/3/11

Ley de Igualdad

En la aprobación de leyes, pactos o planes suele haber más ruido que nueces. A veces salen adelante por unanimidad, fruto de consensos más o menos estables o de conveniencia. En algunos de esos casos, la noticia parece estar en el acuerdo alcanzado, más que en el contenido que lo ha hecho posible. A veces hay que legislar por mayoría, como ha ocurrido con la de Igualdad de Extremadura. La oposición parlamentaria ha votado en contra de esta ley porque "crea derechos solamente para las mujeres, pero no al contrario". Para el PP, se trata de "una norma machista". Machista, dicen, porque "parte de la idea de que la mujer, simplemente por ser mujer, es inferior al hombre". ¿Machista? ¿Es la misma ley que conozco, la misma que vi madurar desde su concepción hasta la elaboración participativa del borrador de anteproyecto? ¿Es machista esta ley?

La Ley que conozco, de Igualdad entre Hombres y Mujeres y contra la Violencia de Género, pretende dar un impulso definitivo y mayor eficacia a la incorporación transversal de la perspectiva de la igualdad de género en las políticas públicas de la Junta de Extremadura. En la Ley también se establecen medidas integrales respecto a la prevención y la detección de la violencia de género, así como de sensibilización, con la finalidad de erradicar ésta de la sociedad. Se reconocen los derechos de las mujeres que la sufren y de su núcleo familiar, mediante la atención, asistencia, protección y recuperación integral adecuadas. Asimismo, la Ley regula las medidas y los recursos dirigidos a promover y garantizar la efectiva igualdad de oportunidades y de trato en todos los ámbitos de la vida. En particular, establece acciones orientadas a favorecer la autonomía personal y a fortalecer la posición social, económica y política de las mujeres. La educación, el empleo, la conciliación… están presentes en el articulado de la Ley. En definitiva, la Ley de Igualdad entre Hombres y Mujeres y contra la Violencia de Género en Extremadura busca contribuir –estableciendo acciones, desarrollando programas y mejorando los servicios que deben conducir a la igualdad de las mujeres, con independencia de su edad, recursos económicos, cultura y entorno en el que viven–, a la construcción de una sociedad y una ciudadanía más justas y solidarias, sobre el fundamento de la igualdad de género.

¿Es machista esta ley? ¿Puede una ley de igualdad ser machista? Sería posible oponerse a ella con otros argumentos (se me ocurren doscientas objeciones que, en boca del PP, habrían sido políticamente más efectivas y democráticas, por ejemplo, que es una ley progresista y avanzada). Pero utilizar como excusa que es machista me parece una barbaridad machista, una postura ofensiva y retrógrada, propia de cavernícolas: cavernícola, en el sentido de quien “tiene ideas sociales y políticas muy antiguas o que se consideran propias de tiempos pasados”. Con la aprobación por mayoría de la Ley de Igualdad entre Hombres y Mujeres y contra la Violencia de Género en Extremadura estamos de enhorabuena. Por la ley y porque cada cual se ha mostrado tal cual es. Y, lo reconozco, haber participado en ella es un motivo de orgullo.

[Igualdad]

6/3/11

De qué hablamos


Talento, concentración y constancia. Cuando vi el título, "De qué hablo cuando hablo de correr", no sólo me llamó la atención lo evidente. Lo evidente es que se trataba de una obra de Haruki Murakami, el novelista al que tanto público sigue en todo el mundo y al que confieso no haber sido muy aficionado. Hasta ahora. Y lo evidente es que invocaba el libro de relatos de Raymond Carver "De qué hablamos cuando hablamos de amor". En efecto, es un homenaje que Murakami tributa al desaparecido autor estadounidense, maestro del realismo sucio, a quien ha traducido al japonés. Pero había una tercera cosa, menos común, que me atrajo de ese título autobiográfico. Habla de correr. Me gusta, he corrido y he trotado sin talento durante muchos años, con cierta concentración y cierta constancia ya perdidas. Volveré a ello. Hojeando "De qué hablo cuando hablo de correr" (editado por Tusquets) destacan afirmaciones como ésta: "...la mayoría de lo que sé sobre la escritura lo he ido aprendiendo corriendo por la calle cada mañana". Y leyéndolo se acaba conociendo por qué: las cualidades para escribir, para correr (¿para amar?), serían las mismas, a saber, talento, concentración y constancia. Y sólo las dos últimas se pueden entrenar. Es discutible, como discutible es que Murakami, novelista y maratoniano, atribuya el talento a la juventud, y la concentración y la constancia a la experiencia. Es discutible y un punto desmotivador, aunque intente consolar a quienes peinamos canas: "...esa progresiva pérdida natural de talento se puede ir supliendo a base de madurez personal". Volveré a ello más adelante, no hoy. ¿Que de qué hablo? Por supuesto, de correr.