
Las mías también fueron contradictorias. Secundé aquella huelga: estaba bastante de acuerdo con las razones, con los objetivos, con la forma como fue convocada. Hoy, no. No porque ya no sea trabajador "asalariado", sino porque he tenido más dudas que certezas (me lo han preguntado esta mañana: sí, conservo como autónomo mi carnet de CC.OO.). Comprendo muchos de los porqués, pero no comparto la oportunidad ni del momento ni de algunos mensajes lanzados para justificar la huelga de este 29 de septiembre. Lo que más claro veo es la necesidad de que los sindicatos salgan de esta movilización, un poco impostada, sin los sambenitos que busca colgarles la derecha cerril y reforzados en su papel de servicio; de servicio, no tanto a las estructuras creadas, como a los trabajadores y las trabajadoras. Y eso sólo será posible con gobiernos como el que ha sido destinatario de la huelga: gobiernos de partidos convencidos de la fuerza democrática del diálogo y la cohesión social. No parece que como consecuencia de la huelga se vayan a rectificar todas las medidas que han llevado a esta convocatoria. Eso formará en el futuro parte de la sensación que nos quede. De momento, mi sensación tiene que ver con el deseo de que los sindicatos se fortalezcan y, con ellos, los derechos sociales.