15/1/10

Moscas y polvo

¿Cómo de delgada es la línea que separa distancia emocional e indiferencia? Escribir sobre lo que todo el mundo escribe, mejor y con mayor conocimiento de causa, suele estar de más. Si el tema es de rabiosa actualidad y alcanza la categoría de desastre, directamente sobra. Es preferible engrosar las filas del No y guardar silencio. Pero uno se lo permite, de cuando en cuando, como manifestación de la miseria que asume.

Leída hoy, esta entrada no necesitaría citar expresamente a Haití y sus tragedias, que se acumulan en capas de cebolla podrida, en apariencia interminables. Pasados unos meses, si no escribiera aquí la palabra Haití, casi nadie recordaría qué catástrofe nos está provocando ahora este conflicto entre emociones contenidas e indiferencia embrutecedora. En distintos blogs he leído en las últimas horas que Haití se escribe con H: con H de Humanidad y con H de Hipocresía. Estoy más con los que perciben más hipocresía que humanidad en nuestras reacciones a la tragedia, mediática y mediatizada, aunque sin duda ambas haches están presentes en esta isla caribeña, partida por la mitad.

Huyo de los sermones, sobre todo porque cualquiera sabría pronunciarlos si se pusiera a ello. Por eso no me cabe en la cabeza que haya visionarios buscando sacar partido de la devastación de un pueblo, ni quiero hacerme eco de delirios doctrinarios. Las imágenes de Haití que nos saturan el corazón tendrían que volver a ser miradas por quienes ante un cadáver con moscas y polvo no ven un cadáver con moscas y polvo…, ven espíritus o sólo ven eso, nada más que eso.

Moscas y polvo. El haitiano René Depestre combatía la dictadura de los Duvalier con su novela “El palo ensebado” (1975): “Port-au-Prince extendía sus techos lustrosos de tejas ondeadas, sus áreas verdes, el desorden de sus miles de construcciones demolidas y bamboleantes, sus calles hormigueantes, su puerto sembrado de chimeneas y, sobre todo, las velas, una ciudad ardiente ya de moscas y abyección, pálida de polvo y de ignominia". No, Depestre no adivinó el futuro, sino que describió el presente de su país, hace un tercio de siglo.

Un siglo sin luces que Alejo Carpentier no habría reconocido en el Haití de hoy, empobrecido y masacrado, sin rastro de revolución. Haïti dans nos coeurs y en nuestras televisiones.

3 comentarios:

  1. Que Haiti se mueva como su bandera para refundarse como pueblo y país.

    H

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  2. colgué ayer el enlace a esta entrada en mi mural de facebook y se abrió un debate a partir de la siguiente reflexión de un amigo:

    "Una pena este país en que no sólo los huracanes y terremotos explican sus lamentables condiciones de vida", un par de personas confiaban en que "Es posible que la cuestión esté más bien en las instituciones, en las personas y en las relaciones entre ellas", aunque se le replicaba "Dudo que sepan definir el modelo de país que quieren...".

    Pienso, como el anómino del comentario (que ha sabido ver la bandera en movimiento), que en el caso de Haití parece evidente que no se trata sólo de prestar ayuda humanitaria y reparar daños, sino de sentar las bases para un nuevo modelo de Estado.

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  3. José: Es lamentable pensar que la culpa de todo es de un terremoto. haití 13 meses antes, era un destino de turismo de prostitución y narcóticos hipereconómicos.
    Las ofertas las veías en escaparates de toda ciudad europea, pero además, 13 meses atrás, sufría una pseud-democracia dictatorial, en la que el norte civilizado (y el amigo Clinton entre otros) fundaron para href=" http://gustablg.blogspot.com/2010_01_01_archive.html" reconstruir un país".

    haití era pobre antes, ahora es paupérrimo, además de un fracaso cooperativo del desarrollo democrático, incapaz, ineficaz e incompetente a la hora de ofrecer solidaridad inteligente, eficiente y oportuna.

    No faltará el sanguango que diga "nosotros hicimos tal cosa con eficiencia.."; lo concreto es la realidad palpable, todo fue insuficiente, desde las voces de Shakira a Alejandro Sanz, desde Híllary (la mujer del susodicho) a la ONU.

    Es lamentable vivir en el siglo XXI, cuando las cortes mediavales, aún con sus caprichos, parecen ser remotas y más cuidadosas de manter unas formas que las tecnologizadas sociedades postmodernas, ni siquiera son capaz de encubrir con mentiras más creíbles...

    Saludos!
    Gustablog

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