Europeas

Las Europeas son las únicas elecciones en las que primero hay que responder por qué votar, antes de plantearse a quién.

Acuciados por la primera cuestión, que animaría al electorado a emitir su voto, los candidatos se sirven de curiosos argumentos. Volar en avión oficial o abstenerse de participar en el Parlamento Europeo (¡siendo europarlamentario!) están siendo críticas de ida y vuelta durante la campaña. Buscar la movilización de unos conlleva el riesgo de desmovilizar a otros, sin saber de antemano si serán propios o ajenos. Por tanto, la responsabilidad principal de los partidos es afinar el mensaje que mejor anime a sus votantes a no quedarse en casa el 7 de junio.

Casi todo vale en esta extraña dialéctica electoral: extraña, porque son muchas las réplicas y bastante escasas las tesis. Cuando no tienes dudas de que irás a votar –por ejemplo, porque es un derecho que si no ejerces dejas en manos de vete a saber quién–, la mayoría de los argumentos que te dan te sobra. Y cuando tienes dudas de a quién votarás, encuentras menos razones para hacerlo por éste que razones para no hacerlo por aquél. Cuando tienes claro a quién votarás, siendo o no consciente de para qué, te agrada que reafirmen el sentido de tu voto. En este caso, explicándote cuáles serán las propuestas que los candidatos por los que simpatizas o el partido en el que militas llevarán al Parlamento Europeo.

Es verdad que se está alzando más la voz para movilizar el voto propio y teniendo que hacer más ruido para contrarrestar el ajeno. A pesar de ello, sí he escuchado propuestas positivas de candidatos como Juan Fernando López Aguilar y Ramón Jáuregui, cabezas de lista del PSOE. Bueno, sí, admito haberles prestado más atención: dan prioridad a las políticas innovadoras y con recursos para el empleo, la igualdad, la sostenibilidad y la cooperación... Y es que, por más que lo intento, no consigo enterarme de las alternativas que ofrece la derecha para combatir en Europa y desde Europa esta crisis social y económica, una crisis que según el PP ha sido vilmente provocada poco menos que por quienes más la sufren –pequeñas empresas, trabajadoras, ciudadanos– y los gobiernos que los representan democráticamente. Nos dicen Mayor Oreja y los suyos que votemos y que no votemos a los otros, pero, ¿por qué a ellos? No sabemos, no sé.

Las campañas electorales del siglo XXI se parecen demasiado a las de los años ochenta, es una pena (o un reto). En aquéllas, sin embargo, se hacía más pedagogía política. Y votábamos en mayor número, sin miedo al miedo.