1/5/11

El galgo y las liebres

Érase un galgo profesional. Se ganaba la vida corriendo en pistas con otros galgos. En su primera juventud, este galgo había corrido por el campo, detrás de animales menos veloces, pero más resistentes que él. Casi nunca les daba alcance. Por eso su dueño lo llevó a competir en circuitos iluminados por focos. Allí su punta de velocidad le hacía casi imbatible. Corría pocos metros, los suficientes para no agotarse. Tampoco atrapaba a la liebre, ni siquiera cuando ganaba las carreras. Eran las reglas del juego. Salía disparado detrás de la liebre, veía a los otros galgos por el rabillo del ojo y llegaba a la meta extenuado, pero triunfador. La liebre era mecánica, en realidad no era una liebre sino un artefacto semejante a un animal de campo, una imitación que daba el pego para que los galgos hicieran su trabajo. Correr. Corrían por instinto y por instinto se frustraban todos, porque ninguno cobraba la pieza. La carrera terminaba, no cuando algún galgo alcanzaba a la falsa liebre, sino cuando se había disputado la distancia establecida. Un buen día y después de muchas carreras, este galgo, un galgo profesional, se quedó parado en la línea de salida. Ante el asombro de todos, esperó que la liebre mecánica completara una vuelta a la pista y se enganchó a su espalda cuando por fin la tuvo a su altura. El bozal le impidió morder a aquella especie de muñeco de peluche, aunque pudo comprobar la falsedad del señuelo. El galgo dejó después de ese plante incomprensible de competir en circuitos profesionales. Su dueño dejó de ganar mucho dinero con las apuestas y, avergonzado del pobre perro idiota, lo vendió a un granjero. Ahora el galgo es menos veloz y menos resistente. Y no corre detrás de cualquier animal que se pone a su alcance. Levanta la cabeza, olisquea, mira y rompe a correr sólo cuando cree que la pieza lo merece. A veces llega, a veces no. Pero ya no es un pobre galgo idiota que da vueltas alrededor de nada, sino un perro en su granja.


4 comentarios:

  1. entrada inspirada en una fábula de mi amigo Fernando, habrá otra sobre el Everest ;)

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  2. Mejor venderlo al grangero que dejarlo morir colgado de un arbol. Es triste llegar a viejo.

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  3. Me la apunto, Gracias

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  4. Jajajajaja!!
    Lo que dan de si las fábulas!!
    La moraleja es que no conviene salir corriendo detrás de todo lo que salta, y que vale la pena elegir las liebres por las que merece dejarse el resuello.
    Tal vez no te hagas rico, pero no acabarás idiota.
    ¿Para cuando una guelga de galgos?
    Besott

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