1/11/09

Ahí se ve

Tuve el privilegio de conocer bien a mis abuelos Pepe y Paco y a mi abuela Caridad.

Hace años que murieron, dejando aprendizajes imprescindibles de los que seguramente fueron tan inconscientes como yo en el momento de recibirlos. Decía mi abuela “¡Ahí se ve!” cuando quería asentir rotunda o cambiar tajante de tema. Su “¡Ahí se ve!” servía igual para un roto que para un descosido. Mis mayores acusaban una marcada tristeza, que siempre atribuí a los tiempos revueltos y las circunstancias adversas que les había tocado vivir. Mi abuela rompía ese halo familiar de melancolía con explosivas dosis de buen humor. Reía mi abuela, mi abuela de Martos, y rejuvenecía ella y nos estremecía a todos con su vitalidad contagiosa.

Su memoria merece más, mucho más. No la he recordado hoy porque lo impusiera el calendario, en una fecha propicia para las flores blanqueadas y los cementerios virtuales, sino porque sí. O vete a saber. Nuestra chaquetía, abuela, resiste a su Halloween. ¡Ahí se ve!

[jfgras. Jaén, Martos. 2009]

3 comentarios:

  1. Me uno al recuerdo. Mi abuela era de Mengíbar y también tenía muchos rotos y descosíos.

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  2. pues mi suegro -no conocí a mis abuelos- decía eso de kas-acé, de difícil transcripción incluso fonética, y siginifcando entre lo que tienes que hacer y contra lo que no puedes hacer nada. algo así como jalogüin y la chaketía, kasacé.

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