Dudas, ¿verdad?

Hace pocos días escribí en un cuaderno de bitácora amigo unas notas sobre el concepto de la verdad en política. Nunca se me habría ocurrido tal tema si no hubiera leído la invitación del autor en su blog: introducía la entrada con irresistibles ecos machadianos. Mi verdad, la verdad… La certeza, más que la verdad, ha sido un valor indiscutido durante muchos años. Y yo reflexionaba sobre la valentía que supone cuestionar y cuestionarse las verdades únicas en tiempos de incertidumbre. Apuntaba, pero no estoy muy seguro de lo que digo, que quizás sea el momento de reconocer equivocaciones, aciertos e incluso dudas. ¿Es compatible dudar y hacer política? Por supuesto. ¿A quién no le caben dudas, aunque sean pequeñitas? (sí, probablemente a Aznar y algunos otros, que quiero pensar son los menos). Mis dudas, lo confieso, son a veces del tamaño de puños. No confesaré esas dudas, pero sí que sin ellas me sería imposible tomar las modestas decisiones que tomo, imposible actuar políticamente. El absolutismo de las verdades únicas suele provocar parálisis de cintura para arriba. Como decía aquél, sólo es optimista quien ve el futuro incierto. Soy optimista. Viene esto al caso de mis vivencias de los últimos días en el Ayuntamiento de Zafra. Cosas nuestras.

[jfgras. Atardece en Ferrol. 2007]