31/7/09

Alfombrilla mágica

Abrí plazachica, hace ya unos meses, con nueve palabras que anunciaban –exactamente como ahora– que este blog hablará de los hechos de la vida. Anuncio o advertencia, la duda es existencial, o sea gorda, cuando se trata de delimitar cuáles son esos hechos de la vida. Porque hay varios tipos de hechos, como de ingles.

Primero, pueden ser los que le suceden a uno cada día, que por suerte tienen poco de suceso. Éstos, digamos personales, no son íntimos cuando se narran, pero vienen cargados de emociones. Suelen reflejar un estado, se refieran a la empresa, la familia, la política o a cualquier otro aspecto de la vida personal, a menudo desdoblada, por no decir múltiple. Singular, al fin y al cabo.

Tenemos en segundo plano los hechos que suceden a otros, individuales o colectivos, próximos o lejanos. Por ejemplo Englaro, hija y padre, irrumpieron en mi blog, en el que desde el minuto cero se encontraban Vila-Matas y sus dietarios. No se han colado en él sucesos que no comento para no repetir al pie de la letra lo que leo por ahí: los recientes de las Hurdes o Calvià me inspiraban dos interjecciones (malditos, malditos), no una entrada en el blog. Sí ha habido hechos de la vida de mi pueblo, alrededor de la Plaza Grande o de un Pacto en tiempos de crisis. Son cosas que pasan, vividas sin que sean tu vida.

Y en tercer lugar, están los hechos que ni son de uno ni son ajenos, pero que igualmente pertenecen a la vida. O al tiempo. Me he descubierto escribiendo, no lo que estaba pasando dentro o fuera, sino lo que ya había pasado. Incluso lo que nunca pasó ni pasará, aunque bien puede ser un hecho. Por este camino, más que un espacio como la plaza chica tendré un blog que será una rudimentaria máquina del tiempo, una alfombrilla mágica..., otra deshilachada alfombra voladora.

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