10/7/11

El viejo León

Leer que nos faltan referentes morales puede llegar a ser refrescante. No ligero, pero sí motivador: si esos referentes nos faltan, quizás los necesitemos.

Mauricio Wiesenthal comparte la rebelión "contra la frialdad y la tibieza del relativismo moderno" en "El viejo León. Tolstoi, un retrato literario" (Edhasa. 2010). Concluye este ensayo biográfico del escritor e intelectual ruso Lev Nikoláyevich Tolstoi con la siguiente reflexión: "Tenemos que responder con nuestro corazón y nuestra fe. Esto es un reto que, en estas fechas del centenario de Tolstoi, se plantea claramente a los jóvenes. No son los políticos los que pueden recomponer el mundo, sino que se necesitan autoridades morales...". Obviando lo discutible, salvando las distancias y dicho en otras palabras, el tolstiano llamamiento es una especie de ¡Indignaos! En el retrato literario del viejo León, éste "rememora con angustia el tiempo perdido, los estudios mal disciplinados, los dineros gastados en el juego, la obsesión por las fiestas, las francachelas y los bailes de las gitanas, los propósitos de enmienda, los negocios abandonados y fallidos...". A lo largo de su vida Tolstoi se mueve entre contradicciones, una de ellas la administración de sus propiedades materiales y la gestión de su legado literario, pacifista y moral. El autor de la universal "Guerra y paz" (1869) acabó alejándose anciano del lado de su esposa Sofía Behrs, madre de sus trece hijos e hijas, y huyendo de su finca Iásnaia Poliana, para morir de pulmonía en una estación de ferrocarril.

La mayor de sus modernas obsesiones era la austeridad.

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