28/7/12

Todos los nombres

No sé si a ustedes les pasa, pero es de lo más fastidioso. Me refiero a que le llamen por un nombre que no es el suyo. En un bar cerca de mi casa, en el que tengo amistad con un camarero, me llaman Josemari. Al principio rectificaba con cariño. ¡Jose!, protestaba suave. Sí, Josemari, me respondían. Después intenté reivindicarme insistiendo en que me llamo como me llamo. Ni caso, Josemari. Ahora, acostumbrado, casi me resigno a que no se enteren o hagan como que no quieren enterarse. Josemari es allí un apodo. Como Julio, mi histórico mote del colegio, por el que todavía me conocen compañeros de entonces y el profesor que me lo impuso. Algunos amigos antiguos me confiesan que creen que es mi auténtico nombre. Será por eso por lo que siguen dirigiéndose a mí por mi primer apellido. Más frecuente es que me llamen por la segunda mitad de mi nombre. Dos vecinos, en un alarde de economía de la memoria, me llaman Paco. Ellos se llaman Paco y a mí me llaman igual, claro. A éstos no les pongo un pero. Al fin y al cabo, tienen parte de razón. También, con los años, mi nombre se ha acentuado. En la e: José. Muchos jóvenes, aunque sean de confianza, lo prefieren agudo que llano. Y lo que se abre camino, poderosamente, es Pepe. Mayores o gente que desea mantener cierta distancia, por recelo o urbanidad mal entendida, me llaman Pepe. Pepe, como mi padre, lo cual da lugar a veces a cierta confusión. Por parecido físico con él, en verdad creciente, o porque el nombre más habitual resulta impropio de la edad que uno tiene ya. No sé a ustedes, a mí que me llamen por un nombre que no es lo mío me irrita sólo cuando denota desinterés. Me molesta que me llamen lo que les apetece, a ver si cuela, ¿Juan Carlos? No cuentan los despistes, por ejemplo, Ramón. Lo niegas con cara de extrañeza y te explican que les recuerdas a un Ramón. Como si eso justificara su derecho a renombrarte, al estilo de los reyes o los papas. Además, vete tú a saber de qué catadura será el tal Ramón. En estas situaciones, mejor no llamar nada. Hay valientes que te preguntan por tu nombre para no hacerte pasar por anónimo. Ocurre en medio de algunas conversaciones ocasionales. Perdona, ¿tu nombre?, es que soy fatal para los nombres. Y yo, y yo para las caras...

2 comentarios:

  1. Sí. Escribe el maestro José Saramago “conoces el nombre que te dieron, no el nombre que tienes”. Gran verdad.

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  2. NO SE QUIEN DIJO: ME GUSTA EL NOMBRE DE PEPE PORQUE SE PEGA EN LOS LABIOS.

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