Les aseguro que el diccionario da más de veinte acepciones de la palabra registro. En su definición aparecen significados como documento oficial, oficina, inspección, inscripción, libro a manera de índice, cordón (el misal de mi abuela tenía un registro de seda rojo), modalidad expresiva, unidad de información, asiento de una actividad, abertura con tapa, pieza de una máquina, agujero del hornillo, trampilla con puerta para deshollinar la chimenea... Muchos registros. En los últimos días he utilizado la palabra un par de veces, en situaciones diferentes y con sentidos diferentes (pueden si se cansan jugar a adivinar con cuáles de los 24). La segunda vez que lo hice tuve la sensación de que estaba abusando de ella. Sí, me quedaban veinte posibilidades más de pronunciarla sin repetir acepción..., pero eso lo he pensado después, no voy por la vida llevando el registro de las palabras que salen de mi boca. No habría caído en la cuenta ni llegado hasta aquí si no hubiera recibido ayer un correo de alguien que, refiriéndose a este blog, me apuntaba que le disgusta "que tenga tantos registros". Igual escribes de empresa, de ayuntamiento que de partido –me decía. O de lecturas, de lugares o de mis estados, y así hasta veinte etiquetas con las que en el margen derecho de la página, debajo del registro de entradas, doy pistas para pasear por la Plaza –respondí, sin más. Se conoce que esta persona, conocida y seguidora a pesar de todo, me invitaba a especializarme en algún tema, como la política. No, no a estas alturas, con el blog personal cumpliendo su ciclo, y como si los hechos de la vida fueran uno. Agradezco su recomendación, pero es que a mí lo que me ha apetecido siempre es tocar varios palos y combinar los registros: grave, medio y agudo, como cada una de las tres grandes partes en que puede dividirse la escala musical.
29/11/12
19/11/12
¿Una sociedad desahuciada?
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13/11/12
Su nombre
Hace unos días, en una ciudad que no es la mía, tuve un encuentro casual con un antiguo amigo y compañero del colegio. Habían pasado años. Le saludé y torció el gesto. No me reconoció. Le llamé la atención por su nombre de la infancia. No se reconoció en él. Pudimos entablar una breve y tibia conversación –fría por su parte, cálida por mi lado– cuando me dirigí a él por su nombre compuesto y dos apellidos. Por supuesto, no se acordó del mío ni en el momento de la despedida. No se lo dije. Más tarde comenté el caso con otros amigos, que interpretaron con ligereza su actitud y mi aspecto: ¿reniega de su pasado?, ¿tiene problemas de identidad?, ¿sufre de desmemoria?, tampoco has cambiado tanto... Lo malo para mí no fue que no me reconociera, lo peor para él es que no se reconoció en su propio nombre. Bueno, a este antiguo compañero antes lo recordaba con cariño y ahora le guardo cierto aprecio. Si vuelvo a verlo le llamaré igual. Como cuando éramos niños.
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7/11/12
Sentimos alivio
De vez en cuando la vida afina con el pincel, cantaba un poco blando Serrat. Muy de vez en cuando, nos besa en la boca. Y bastante más a menudo nos gasta una broma. La actualidad, entendida como lo que vemos en los medios, lleva demasiado tiempo gastando bromas pesadas. Pero de vez en cuando afina. Y no con una, sino con dos noticias que levantan una sensación de alivio, no tanto por lo que ganamos como por lo que no perdemos. En el transcurso de unas horas hemos compartido, primero, que el Tribunal Constitucional avala la Ley de matrimonio homosexual y, poco después, la victoria electoral del demócrata Barack Obama en las presidenciales de Estados Unidos. En facebook he recogido ambas. Anoche escribí "#SeLlamaMatrimonio y seguirá siendo reconocido legalmente como lo que es: un derecho". Y "Obama, reelegido", temprano esta mañana. Dos motivos de alivio. La sola idea de que triunfara el Partido Republicano, con el obispo mormón Mitt Romney a la cabeza, era como echarse a temblar. En España, todo el mundo ha aplaudido la reelección del presidente que fue becado con el Nobel de la Paz. Incluso el PP, el mismo que presentó hace siete años el recurso de inconstitucionalidad contra la Ley aprobada por el Gobierno de Zapatero. Y eso que Obama alentó a sus compatriotas con este discurso a favor de la igualdad: "No importa que sea negro, blanco, hispano, asiático, indio americano, joven, viejo, pobre, rico, capacitado, discapacitado, gay o heterosexual". Aunque no dijo hombre o mujer, lástima, resultó de lo más motivador, como corresponde a cualquier líder que se precie. ¿Se imaginan a la derecha con un fallo contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo?, ¡para qué un presidente mormón teniendo ministros del Opus! Hoy sentimos alivio por los derechos que no perderemos. Lo mejor está por llegar, proclama el mundo. De momento, four more years. Ni uno más.
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1/11/12
Pero no mía
Libre te quiero... Pero no mía. Agustín García Calvo, libertario y contradictorio, filósofo y poeta (autor de estos versos igualitarios y sublimes), ha muerto hoy en Zamora. "Libre te quiero" es una canción de Amancio Prada, que interpretó como nadie la poesía de Agustín García Calvo. "Libre te quiero" es un documental sobre el surgimiento del 15-M en la Puerta del Sol, estrenado en Valladolid hace unos días, bajo la dirección de Basilio Martín Patino y con banda sonora de Amancio Prada. El cantautor intervino en el estreno de la película, como el poeta en una de las primeras asambleas del 15-M en Sol. El día de la muerte de Agustín García Calvo me llega –de la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD)– el libro de Luis Montes y otros "Qué hacemos por una muerte digna" (Akal, 2012). Esas coincidencias o el azar, ahí se ve, ayudan a buscar una respuesta más a la pregunta: Qué hacemos para conseguir que la lucha por una vida digna incluya la exigencia de una muerte digna. Qué hacemos por la vida y por la muerte. Libre te quiero:
Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que al cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
[Agustín en Sol]
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